Y aún recuerdo el dolor de esos puñetazos metafóricos, de esas patadas mentales, de esas frases que dolían más que cualquier herida.
Recuerdo como me desplomaba en el suelo mientras nuestras canciones acunaban mi aterrizaje y susurraban la nana más triste jamás oída.
Recuerdo las frases que me hacían despertarme con ganas de dormirme y dormirme con ganas de no despertarme nunca.
Recuerdo todo lo que me dijiste, pero he olvidado todo lo demás.