martes, 4 de febrero de 2014

"Si él existiese me enamoraría, probablemente."

Los principios me asustan, siempre he preferido las historias en “media res” donde el pasado no es lo importante. El pasado es ese boceto previo que sólo marca una idea de lo que será tu cuadro, algo que puedes modelar y cambiar por completo.


Siempre he creído que las personas somos como cuadros, la gente que nos mira sólo verá lo que sus ojos alcancen: algunos verán los personajes que lo forman, otros la situación de la escena representada y los más curiosos podrán percibir cada pincelada que compone el cuadro, los detalles, las fusiones de colores… Pero entre todos estos últimos habrá una persona que, aunque vea esas pincelas imperfectas, esos personajes sin detalles y esos colores poco trabajados, lo alabará por el maravilloso conjunto que forma, olvidándose de que ese cuadro impresionista no vale ni la mitad de lo que él cree. 
Pero algún día, cuando se pare a mirarlo de cerca, verá que ese cuadro que creía maravilloso no es más que el fruto de un trabajo tosco, basto y pesado, realizado en un lienzo desgastado que se deshará en sus propias manos.

Nunca se me ha dado bien hablar sobre mí, podría decir que nunca se me ha dado bien hablar, siempre he sido el diario de otro, ese apoyo que todo el mundo utiliza y eso me ha desgastado. Ni siquiera sé cómo empezar incluso después de haber ensayado esto una y otra vez.
Siempre he pensado que enamorarse es malo, sólo consigues que te hagan daño y en algunos casos ese daño permanece siempre. Supongo que esto ha sido en parte culpa de mi padre, un niño metido en el cuerpo de un adulto que sigue amando a mi madre como el primer día. He crecido con esa sensación de que las cosas no se arreglan, que los futuros no valen y que las personas no son buenas por naturaleza. El problema es cuando empiezan ese hormigueo en la barriga, esas risas que abarcan tardes enteras y marcan récords de duración, esos dibujos que empapelan las habitaciones y ayudan a dormir. En ese momento crees que el futuro es tuyo, que el pasado no importa y que el presente es tu obra maestra. Pero aterrizas, a veces empujado por otros y, en otros casos, simplemente sucede porque el destino es un ser cruel, un Cronos que devora sin piedad, un Marte preparado para para romper talones y cortar cabezas.

Suena ridículo lo que escribo, cada palabra me parece sacada de un libro de auto-ayuda para padres con problemas emocionales pero que, realmente, narran mi vida, narran todas esas cosas que pasan por mi mente. Esas cosas algo adornadas y sin ese gusto por lo macabro que por desgracia me caracteriza.


No sé cómo decir que me he pasado la tarde llorando entre cigarrillo y cigarrillo mientras Defeater sonaba a lo lejos, muy lejos de mi mente, perdida en un cielo húmedo y triste.
 No sé cómo decirte que me ha paseado bajo la lluvia, que he meditado en la ducha y que me he tomado mil tés para poder pegar ojo.  Y que nada de eso funciona, ya no. 
No sé cómo decir que la gente me habla de ti continuamente y yo sonrío y contesto, sin palabras,  amablemente. 
No sé cómo decirte que las series y las pelis dan asco y que nunca había pasado tanto tiempo sin ver ninguna. Que los libros ya no me llaman por las noches y la música se ha vuelto secundaria. 
No sé cómo decirte que sí, es verdad que le echo de menos, pero al que yo conocía, y simplemente lo echo de menos porque no lo veo, ese chico no es ni la mitad de maravilloso de lo que yo creía, quizás me he acercado demasiado al cuadro… 
No sé cómo decirte que la última vez que hablé con alguien sobre mí fue en mi cumpleaños, que llevo sin ver a mi mejor amigo meses y que hoy he visto cinco minutos a mi mejor amiga, ni siquiera me ha dado tiempo de decirle que la quiero mucho y que es maravillosa. 
No sé cómo decirte que “Ella” me ha dicho una de las frases más preciosas que jamás había oído y que estoy orgullosa de ella porque está haciendo lo que yo jamás he sido capaz de hacer. 
No sé cómo decirte que no puedo mirarme al espejo porque me horroriza la idea de ser la persona que veo en él. 


No sé cómo decirte que ya no soy capaz de diferenciar las letras del teclado…





No sé cómo decirte que recuerdo el primer día que me fijé en ti, el primer día que me mordí el labio al mirarte, el primer día que mientras observaba la lluvia desde el coche dije “ese chico es mi cuadro favorito”.


No sé cómo decirte que eres maravilloso desde lejos y desde cerca.