Y golpeas hasta que tus nudillos sangran, sin conseguir derribar los muros que te rodean, sin conseguir nada, sólo hacerte daño.
Sales a la calle tras perder la pelea, tambaleándote, dejando un rastro de sangre que emana de tus muñecas... "maldito seas, tú y tu estúpida manía de ganarme en todo".
Porque esta batalla se juega en casa, y vas perdiendo.