Sabemos que hay pájaros que no pueden salir de las jaulas, que el exterior los mataría, y sin embargo seguimos envidiando sus alas. Cantamos una canción que nunca encuentra respuesta, y morimos en la jaula con comida y placebos para pensar que somos felices.
Llevo tiempo mirando la puerta de mi jaula, y aunque he sabido abrirla hace tiempo, tanto que ni lo recuerdo, sigo sin moverme, quizás he muerto aunque siga respirando, quizás he dejado de cantar para poder escuchar una canción que responder, quizás ya no soy yo, quizás ya no estás tú, quizás nunca ha habido nadie.
Marina me dijo una vez que sólo recordamos lo que nunca sucedió. Pasaría una eternidad antes de que comprendiese aquellas palabras.
Ahora las tengo tatuadas a fuego y ácido en la piel, destrozándome cada vez que me tocan.